Los efectos silenciosos del estrés sostenido en el tiempo

En nuestro mundo “desarrollado”, todos conocemos e intentamos estar alerta ante cualquiera de los tres grandes grupos de enfermedades relacionados con el estilo de vida que son la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. Pero no le damos mucha importancia a algo que puede ser más profundo y que además puede ser el origen de cualquiera de esas enfermedades modernas y que está también totalmente enraizado en nuestra sociedad como es el estrés crónico.

El estrés de por sí no es algo malo, es una respuesta puntual del organismo frente a una amenaza, que puede ser real o imaginaria, para recuperar un equilibrio perdido. En realidad, es algo bueno para la vida, y para superar situaciones concretas de alta tensión porque nos coloca el cuerpo a niveles y capacidades especiales para poder superar la situación. Sin embargo, el problema radica en alargar y sostener el estrés en el tiempo, y aquí es donde nuestra fisiología se resiente porque no está hecha para esto.

El estrés crónico es algo que no se toma mucho en consideración, pero en silencio es uno de los factores que más influyen en la salud del ser humano contemporáneo. Las secuelas de un estrés continuo y alargado en el tiempo se instalan profundamente en las funciones y la estructura del cerebro y llegan a formatear nuestros genes.

Durante muchos años se ha considerado que la genética que adquiríamos de nuestros padres era inmutable de por vida. Actualmente ya se conoce que existen modificaciones en nuestro genoma durante nuestro recorrido de vida. La Epigenética, rama de la ciencia que se dedica al estudio de las alteraciones genéticas derivadas del estilo de vida, ya ha demostrado y sigue estudiando como nuestros genes pueden ser y son modificados, de forma positiva o negativa, por factores externos o medioambientales (alimentación, ejercicio, sustancias químicas, emociones o vivencias) y no sólo heredados.

Con esto quiero reiterar, y hay diversos estudios y autores que lo corroboran, que un estrés cronificado modifica nuestro ADN generando enfermedades. Aunque la buena noticia es que existen diferentes estrategias para modificar, gestionar y reducir este factor de enfermedades silencioso.

Lo principal es darte cuenta que estas viviendo con un estrés sostenido en el tiempo para así buscar maneras de volver al equilibrio psicológico, emocional y físico. A veces, estamos tan inmersos en nuestra vorágine que necesitamos que nos paren desde fuera o “desde dentro”. En este caso será nuestro organismo en forma de dolores de cabeza repetidos, malas digestiones, aparición de resfriados u otras infecciones de forma recurrente, insomnio, falta de concentración, estado de ánimo salpicado de irritación y frustración… para nombrar los más ‘leves’, puesto que un ataque al corazón o ictus, también puede venir por un estrés sostenido en el tiempo y pueden llegar a ser irreversibles, los que nos llamen la atención de que algo no está bien y que andamos inmersos en un modo de vida estresante.

Pero, ¿y como volvemos al equilibrio? Después de darte cuenta debes priorizar, poner a tu persona y a tu salud como razones preferentes a la hora de tomar decisiones, compromisos y acciones en tu día a día. Seguidamente a buscar un remedio, una solución. Dispones de una variedad de soluciones, estrategias y métodos de los que cada uno puede escoger en función de su manera de ser y de estilo de vida. Los que me conocéis ya sabéis que la numero uno para mi (y para millones de personas en el mundo) es la práctica diaria de la meditación. Esta es una muy buena y barata manera de mantener el estrés a raya… y otros muchos beneficios, que acostumbro a detallar en mis cursos.
La autoobservación diaria, que te aporta la meditación, te ayuda a identificar qué cosas, situaciones y actitudes tuyas internas te abocan a ese estrés. De esta forma llega a tus manos la posibilidad de substituir, modificar o abandonar los comportamientos y actitudes que te generan el estrés continuo, para ir a algo más en sintonía, más alineado contigo en tu momento presente. No acostumbra a ser fácil, ni cómodo, no es un jarabe o una pastillita, pero para algo que puede estar tan profundo y arraigado como los orígenes de un estrés crónico en tu persona, sus factores y cómo gestionar tu salida de ello, la meditación diaria es una de las mejores herramientas que existen.

Otras estrategias que puedes usar, sumando a la práctica de la meditación, es dar atención a la nutrición, adquirir, si no se tiene ya, una alimentación saludable con, por ejemplo, comida poco procesada y sin aditivos, ecológica; apoyarte de productos naturales para tratarte como, por ejemplo, plantas medicinales y aceites esenciales, para los diferentes procesos, tanto para los síntomas del estrés como para otras molestias físicas que te acompañan en el proceso; realizar ejercicio físico adaptado a tu condición y estilo de vida; mantener una vida social activa, es decir, comparte actividades y momentos con personas afines a ti, y, sobre todo, con personas queridas, yendo al viejo lema de “menos es más”. ¡¡Menos cosas y de más calidad!!

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